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Señor de Mayo patrón de los huaracinos

Se inician las actividades católicas y de danzas tradicionales

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Contando con la imaginé del Señor de
la Soledad, o señor de Mayo, patrón de los miles de huaracinos en todo el
mundo, desde ayer 01 de mayo se iniciaron como todos los años las actividades
patronales en Huaraz.

Por eso vale la pena nacer un poco de historia, y recordar que
cuando la ciudad no pasaba de ser un pequeño villorrio, el Barrio “la soledad”,
no era sino un campo desolado, cubierto de pasto y malezas. El lugar era
pantanoso y había una miserable choza, y en ella vivía una viejecita campesina.
A diario, en las mañanas y tardes, salía a la campiña a recoger pasto fresco
para alimentar a los numerosos cuyes y conejos que criaba para sustentarse. El
pasto fresco y tierno abundaba en la orillas de la laguna.

Una tarde en el instante en que las campanas de la catedral sonaban dando el
ángelus, la anciana salió en busca de forraje. Encontró, como nunca, las
orillas mustias. Sin embargo percibió un penetrante y delicado perfume de
azucenas. No reparo en el agradable olor, porque todo su pensamiento estaba en
el pasto.

Para hallar yerbas lozanas aparto
unas matas y cuan inmenso no sería su asombro, cuando al separar las ramas
encontró entre los tallos y florerillas silvestres a cristo crucificado de cuyo
cuerpo emergía el exquisito perfume. La sorprendida anciana cayó de rodillas.
Después de rezar, corrió al pueblo a comunicar la bella novedad.

Entonces los habitantes acudieron al lugar y hallaron al oloroso
Crucifico. Con alegría sin límites, lo condujeron en procesión a la vieja
iglesia, donde fue colocado en una urna especial.
Pero sucedió que al día siguiente desapareció. Las gentes corrieron a la
“Soledad”, y allí lo encontraron. Y así, todos los días el santo cristo era
llevado a la catedral, y todas las noches él retornaba a las orillas de la
laguna.
Una mañana la anciana al hallar al Cristo Crucificado entre las verdes plantas,
le dijo por qué no quería estar en la iglesia del pueblo. Y él respondió que
estaba muy cansado de caminar todas las noches hasta las riberas porque allí le
agradaba estar, y que por eso quería que en ese sitio le construyeran un
templo. La viejita transmitió el encargo del Señor.

Entonces, primero levantaron una
ermita donde fue colocada la imagen. Y como el lugar era solitario y triste, el
Señor fue llamado: “El Señor de la Soledad”.


Con el discurrir del tiempo, fue construida una iglesia en cuyos aledaños los
pobladores levantaron sus casas. La laguna se secó, y en el centro de su lecho
fue erigido el Altar Mayor en cuya urna fue depositada la imagen. El Señor,
tiene así bajo su custodia a las aguas que son las de un volcán.


Durante la invasión chilena, un orgulloso capitán que comandaba las fuerzas de
ocuparon, se había burlado del “Señor de la Soledad”. Para demostrar su
valentía, ebrio se había acercado al Altar Mayor. Con la espada desnuda
descorrió la cortina que cubría la imagen. La
hoja afilada rasguño el hombro del
crucifico. Ante el asombro del osado militar y de sus compañeros, de la herida
empezó a brotar sangre viva. Y en el instante el atrevido capitán se desplomó
sin vida sobre las frías losadas del tiempo

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